Ya se ha hablado en alguna parte pero estaría bien darle un poco de
atención al tema. Vigilad que lo echan en todas partes, sobretodo comida
en sobres, aperitivos, etc. Pongo algunos artículos interesantes, pero
podéis encontrar mucho más.
extraido de http://edernauta.wordpress.com/2008/07/ ... ico-e-621/
Ha
llegado el momento de que también la industria alimentaria haga frente a
sus responsabilidades al igual que las industrias tabaqueras,
farmacéuticas, eléctricas y de telefonía. Y vamos a empezar denunciando
el uso y abuso de un “potenciador del sabor” como el glutamato
monosódico (E-621), presente en casi todas las bolsas de “guarrerías”
que encantan a nuestros niños. Porque según Jesús Fernández-Tresguerres,
catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad
Complutense de Madrid, lo que hace es despertar un hambre ansiosa hasta
el punto de que incrementa la voracidad en un 40% (al menos así ocurre
en las ratas estudiadas en laboratorio) al impedir el buen
funcionamiento de los mecanismos inhibidores del apetito. De ahí que se
conozca ya como la nicotina de los alimentos.
Afirmar que “el
tabaco mata” y consentir su distribución y venta es un sinsentido que
debería impedir dormir a alguien con un mínimo, si no de conciencia sí
de coherencia. Y mucho más aún lo es enriquecerse con el dinero de los
impuestos obtenidos por su venta.
Afirmar que los nuevos
transformadores de electricidad y torres de alta tensión deben situarse a
cierta distancia de las viviendas y construirse blindados por el
peligro que suponen para la salud pero consentir que los antiguos -mucho
peor protegidos- sigan irradiando a los vecinos de su entorno es otro
sinsentido dramático y vergonzoso sólo justificable por el miedo de
nuestros políticos a enfrentarse con los poderes económicos que compran
acciones y voluntades aquí y allá.
Pero no son los únicos sinsentidos
contra la salud permitidos por nuestra Administración. Ahí está su
comportamiento tolerante hasta la sinrazón con las antenas de telefonía,
los centros de transformación y las torres de alta tensión o su apoyo a
la industria en el caso de la fabricación y uso de productos químicos
tóxicos incontrolados (vea lo publicado sobre todo ello en http://www.dsalud.com).
Y ahora, por si nos parecían pocos sus desvelos para protegernos,
resulta que el Ministerio de Sanidad y Consumo ha decidido alertarnos
sobre la epidemia de obesidad que nos asola. Sólo que lo hace tras
permitir la comercialización de productos infectados de grasas saturadas
y aditivos sintéticos e ignorando los avisos de alarma procedentes de
investigadores independientes sobre los efectos de los mismos. Entre
ellos la advertencia que sobre la propagación de la obesidad tiene un
aditivo alimentario: el E-621 o glutamato monosódico (la sal sódica del
aminoácido glutamato o ácido glutámico).
El E-621 está clasificado
por la Unión Europea como aditivo alimentario. Generalmente se agrega a
alimentos salados preparados y procesados como productos congelados,
mezclas de especias, sopas envasadas, aliños para ensaladas, productos a
base de carne o pescado y, sobre todo, a una gran cantidad de
aperitivos salados presentados en bolsas que son consumidas masivamente
por adultos pero sobre todo por los niños: patatas fritas, ganchitos,
quicos, etc. En el envase suele figurar que el producto contiene E-621
pero no la cantidad exacta porque no existe ninguna regulación al
respecto. En algunos países incluso se utiliza como condimento de mesa.
El
glutamato monosódico es, sencillamente, un “potenciador del sabor”, una
sustancia que se ingiere cuyo único objetivo aparente es facilitar un
mayor consumo del producto al que se añade. Y sólo por eso, en las
actuales circunstancias, debería ser ya cuestionable su utilización
porque, ¿si los alimentos supieran a lo que tienen que saber seguiríamos
devorándolos hasta la obesidad?
Justificar a estas alturas su
presencia aduciendo que cuenta con los correspondientes permisos de los
organismos reguladores no significa nada para quien conoce -aunque sea
de forma mínima- las estrategias de las industrias en defensa de sus
intereses: relaciones privilegiadas con los organismos reguladores,
centros de investigación propios, estudios externos patrocinados,
investigadores contratados, medios financiados a través de la
publicidad, grupos de presión política… Todo ello encaminado a la
siembra permanente de dudas sobre el alcance final de los efectos sobre
la salud a fin de mantener su actividad. Así es como hemos llegado a
convivir con ciertos fármacos, con el tabaco, con los móviles, con las
antenas de telefonía, con los transformadores, con las torres de alta
tensión y con tanto producto químico incontrolado de evidente impacto
sobre la salud.
Y en el mejor de los casos, suponiendo que en el
momento de su aprobación nada se supiera sobre el posible impacto sobre
la salud del E-621, seguir con los ojos cerrados ante lo que la
investigación independiente nos desvela día a día no sólo es una
irresponsabilidad administrativa sino una negligencia sanitaria.
Resulta
esclarecedor escuchar a Jesús Fernández Tresguerres, catedrático de
Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de
Madrid, investigador español de prestigio internacional con una amplia
labor en Endocrinología y miembro numerario de la Real Academia Nacional
de Medicina -sillón de Endocrinología experimental- decir con tono
frustrado mientras recuerda sus intentos por ser escuchado: “He
presentado mis resultados a algunas autoridades sanitarias españolas y
no me han hecho ni caso. Les ha entrado por un oído y les ha salido por
otro”. Una actitud que probablemente se debe a que sus resultados
apuntan directamente a la restricción en el uso del E-621. “Con la
pasividad mostrada ante los resultados obtenidos por la Ciencia -nos
diría- se está contribuyendo de manera muy evidente a la epidemia que
tenemos de obesidad y, sobre todo, de obesidad infantil”.
Ya en un
estudio efectuado el año 2003 que hizo junto al investigador alemán
Michael Hermanussen titulado La ingesta de altas dosis de glutamato
causa obesidad -publicado en Journal of Pediatric Endocrinology- se
afirmaba: “La obesidad mundial ha subido a niveles alarmantes. El peso
medio de los alemanes aumenta ahora casi 400 g/año. Datos similares se
obtuvieron en Austria, Noruega y Reino Unido. El predominio creciente de
obesidad coincide con una popularidad creciente de dietas ricas en
proteínas. Los niños comen unas tres veces más proteínas de las
recomendadas; y los bebés de entre 6 y 12 meses reciben diariamente 5
gramos por kilo de peso en proteínas. Nuestra hipótesis es que no son
las proteínas sino el glutamato monosódico el que determina la
propensión a la obesidad “.
Sus estudios posteriores no han hecho
sino afianzarle en esa convicción. Este mismo año ha publicado un nuevo
trabajo -junto a otros investigadores- en European Journal of Nutrition
titulado Obesidad, voracidad y poca estatura: el impacto del glutamato
en la regulación del apetito. Y en él las cosas se pueden decir más
altas pero no más claras: “El estudio presente demuestra por primera vez
que una sustancia nutricional ampliamente usada -el potenciador del
sabor glutamato monosódico, a concentraciones sólo ligeramente
superiores a las encontradas en la comida humana cotidiana, exhibe un
potencial significativo para dañar la regulación hipotalámica del
apetito y por ello determina a nivel mundial la propensión a la
obesidad. Sugerimos revisar las concesiones diarias recomendadas de
aminoácidos y proteínas nutricionales, abstenerse de las populares
dietas ricas en proteínas y, particularmente, de agregar glutamato
monosódico” Pues bien, “ni caso”. Y otras líneas de investigación
apuntan incluso a que el glutamato pudiera estar relacionado con algunos
problemas neurodegenerativos.
En lugar de aplicar el más elemental
principio de precaución sobre un producto que es absolutamente
innecesario añadir a los alimentos preparados el Gobierno -una vez más-
prefiere perderse en los grandes titulares de prensa de las campañas
antiobesidad. El doctor Fernández-Tresguerres nos recibiría amablemente
en su despacho de la Facultad de Medicina para conversar de ello.
entrevista completa en http://edernauta.wordpress.com/2008/07/ ... ico-e-621/
extraído de http://www.revistanatural.com/articulo.asp?id=17
Cada
día ingerimos cantidades importantes de aditivos a través de los
alimentos que compramos en los supermercados. Sin embargo, al consumidor
le falta información clara sobre los efectos negativos que podrían
acarrear al organismo. Después de todo, si los medicamentos especifican
sus posibles efectos secundarios, ¿por qué no se informa al consumidor
de los efectos que podría suponer el consumo de aditivos alimentarios?
Uno de esos aditivos, el glutamato monosódico (GMS), viene suscitando
una enorme polémica en los EE.UU. desde hace más de 30 años, en los
sectores científico, público y alimentario; sin embargo, este tema sigue
siendo prácticamente desconocido para el público español. Un elevado
número de estudios ha puesto de manifiesto el papel negativo que tiene
para nuestra salud este aditivo y otros aditivos / ingredientes
similares.
Los potenciadores del sabor
El GMS, así como
algunos aditivos del mismo género, constituyen los llamados
potenciadores del sabor, legislados con los códigos del E-620 al E-635, y
cuya función es realzar el sabor de los alimentos a los que se añaden.
En este artículo, analizaremos principalmente el glutamato o ácido
glutámico, sustancia que está presente en los aditivos numerados del
E-620 al E-625. El glutamato es la sustancia activa que aporta el rasgo
de potenciador del sabor a dichos aditivos. El glutamato está igualmente
presente en una serie de aditivos / ingredientes que no figuran en la
legislación alimentaria como potenciadores del sabor, como verá el
lector en la tabla del final del artículo.
Tanto los potenciadores
del sabor, como los aditivos / ingredientes que no figuran como tales,
se encuentran en una gran variedad de alimentos precocinados y
procesados. El uso del glutamato en la alimentación ha suscitado mucha
controversia en los últimos 30 años a raíz de diversos informes
científicos sobre el papel de esta sustancia en la patogénesis y la
patología de muchas enfermedades del sistema nervioso central (SNC) y
otras enfermedades agudas y crónicas. En 1968, se describieron, por
primera vez, las reacciones agudas que pueden darse poco después de
ingerir alimentos que contengan glutamato (dolores de cabeza, debilidad,
entumecimiento, palpitaciones, asma, problemas de sueño, dolores
abdominales, calambres, hormigueo, opresión en el pecho, etc.), es
decir, lo que se denominó el “síndrome de restaurante chino”.
La toxicidad del glutamato
El
glutamato es un aminoácido (componente básico de las proteínas),
principal neurotransmisor del cerebro y del resto del SNC, que facilita
la transmisión de información de neurona a neurona. Siempre que se
encuentre en concentraciones normales, el glutamato desempeña su función
sin mayor problema. En realidad, es uno de los aminoácidos más comunes
que podemos hallar en la naturaleza, constituye el componente principal
de muchas proteínas y péptidos, y está presente en la mayor parte de los
tejidos de prácticamente todos los alimentos animales y vegetales. No
obstante, un exceso de glutamato provoca la sobreestimulación de las
neuronas del SNC, de tal modo que llega a provocarles la muerte; a la
larga, esto produce una serie de trastornos neurológicos tanto agudos
como crónicos. Con todo, hay que diferenciar el glutamato que se
encuentra de forma natural en el organismo y en los alimentos, del que
se extrae por procedimientos industriales para luego agregarlo a los
alimentos.
El glutamato se obtiene, principalmente, mediante dos
procedimientos: uno de ellos consiste en la fermentación microbiana de
las melazas que se encuentran en la caña de azúcar y en la remolacha,
así como en la fécula y la dextrosa del almidón de maíz, utilizando para
ello los ácidos clorhídrico y sulfúrico, la sosa cáustica, otros
compuestos químicos nocivos; el segundo procedimiento se realiza por
síntesis química, utilizando acrilonitrilo, sosa cáustica, metano,
amoniaco, ácido sulfúrico, etc., (todas ellas sustancias tóxicas).
El
glutamato natural, que se encuentra en esta forma en el organismo
humano y en los productos vegetales y animales, se llama químicamente
ácido L-glutámico. El glutamato procesado obtenido por procesos
industriales contiene no solamente ácido L-glutámico, sino también otro
compuesto muy parecido denominado ácido D-glutámico, pero cuya
estructura ya difiere químicamente de la del ácido L-glutámico. Las
enzimas digestivas que metabolizan el ácido L-glutámico no “reconocen”
el ácido D-glutámico, dado que se trata de una sustancia extraña para el
organismo. El glutamato procesado siempre contiene cantidades iguales
de ácido L-glutámico y ácido D-glutámico, además de otras sustancias
cancerígenas como el ácido piroglutámico, el monocloro y el dicloro
propanol y las aminas heterocíclicas. Ninguna de estas sustancias está
presente en las proteínas vegetales o animales, salvo el ácido
L-glutámico.
La proteína vegetal hidrolizada (PVH) es otra fuente de
glutamato procesado en la que hay concentraciones altas de dicho
compuesto. Las proteínas hidrolizadas que se utilizan para realzar el
sabor se preparan utilizando ácidos o enzimas que permiten digerir
químicamente la harina de soja, el gluten de trigo, las cepas
comestibles de levadura, etc. Este proceso, que consiste en hervir
productos vegetales en un recipiente lleno de ácido sulfúrico durante
varias horas, para luego neutralizar el ácido con sosa cáustica,
descompone las proteínas en sus aminoácidos constituyentes. Así se
obtiene un fango de color marrón que se recoge y se deja secar. El
producto final es un polvo marrón con altas concentraciones de
glutamato. Además, igual que el glutamato obtenido por fermentación, la
PVH contiene las mismas sustancias cancerígenas que este tipo de
glutamato, así como las formas D y L de esta sustancia.
La tabla que
aparece al final de este artículo recoge otros aditivos / ingredientes
que se utilizan en la alimentación debido a su contenido en glutamato
procesado.
El impacto del glutamato en el Sistema Nervioso Central (SNC)
El
SNC tiene billones de neuronas que están interconectadas entre sí por
una hendidura sináptica o sinapsis, un espacio pequeño entre neurona y
neurona por donde pasan los impulsos nerviosos de la neurotransmisión.
El aminoácido glutamato es uno de los principales transmisores
sinápticos del SNC y funciona como mensajero químico en la transferencia
sináptica de la información de neurona a neurona. Sin embargo, por
encima de niveles críticos, el glutamato puede convertirse en una
sustancia tóxica para ciertas neuronas y para las células nerviosas
conectadas a estas neuronas, toxicidad que provoca su degeneración y
muerte. Debido a este comportamiento contradictorio, se le ha dado el
nombre de “excitotoxina”. Cuando el glutamato no se utiliza, se almacena
en las vesículas que hay dentro de las neuronas. Para participar en la
neurotransmisión, el glutamato sale a ese espacio pequeño que hay entre
las neuronas (la sinapsis), pero sólo durante un momento muy breve y en
cantidades ínfimas.
Después de la neurotransmisión, existen varios
mecanismos que “barren” el glutamato de la sinapsis. A veces estos
mecanismos fallan, y cuando esto ocurre, el glutamato sigue estimulando
las neuronas hasta dañarlas o destruirlas, algo que ocurre en ciertos
trastornos, como veremos más adelante. Por lo general, los efectos de un
exceso de glutamato sobre el organismo no se manifiestan de forma
espectacular e inmediata. Algunas personas particularmente sensibles
pueden desarrollar síntomas agudos y graves, como los derivados del
síndrome del restaurante chino, mencionados anteriormente. Otras, la
mayoría, no muestran signos de excitotoxicidad, puesto que los efectos
son más sutiles y se manifiestan sólo tras un largo periodo de tiempo.
Una enorme variedad de estudios científicos ha señalado el papel
negativo que desempeña el glutamato en nuestra salud. Todo lo que se
pueda decir respecto a los efectos negativos del glutamato en nuestra
salud puede aplicarse también al aspartame, edulcorante legislado con el
código E-951, que contiene como ingrediente principal el aspartato. Al
igual que el glutamato, el aspartato es uno de los aminoácidos más
importantes en la neurotransmisión, e igualmente tóxico para el sistema
nervioso cuando rebasa un determinado nivel.
Las enfermedades del sistema nervioso y las excitotoxinas
La
excitotoxicidad de estas sustancias (glutamato y aspartato) puede
afectar al desarrollo del sistema nervioso de los niños antes y después
de nacer, hasta el punto de causarles problemas emocionales, de
aprendizaje, hiperactividad, dislexia e incluso autismo que se
manifiestan con el paso del tiempo. En este sentido, se ha comprobado
que dichas excitotoxinas destruyen las neuronas del hipotálamo,
implicado en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, del
sistema endocrino, de las emociones de ira, del sueño y del apetito. Hay
que recordar que el cerebro del niño es más sensible a estas toxinas
que el de un adulto. En 1975, en los EE.UU., se trataron con éxito
varios casos de niños que sufrían ataques convulsivos de tipo epiléptico
mediante la eliminación de alimentos que contenían glutamato
monosódico. En la actualidad los niños siguen siendo expuestos a los
efectos nefastos de estas sustancias puesto que toman muchos refrescos,
chicles, helados, golosinas, dulces y patatas fritas que contienen
aspartamo o glutamato. Estas sustancias tóxicas son igualmente
peligrosas para las mujeres embarazadas, puesto que existe la
posibilidad de que atraviesen la placenta y lesionen el sistema nervioso
del feto, en proceso de desarrollo.
Las enfermedades
neurodegenerativas tales como la demencia de Alzheimer, las enfermedades
de Parkinson y de Huntington y la esclerosis lateral amiotrófica,
comparten la misma pérdida lenta, prematura y selectiva de neuronas del
SNC. En algunas de estas enfermedades, como por ejemplo Alzheimer y
Parkinson, los síntomas no se manifiestan hasta que hayan muerto el
80-90% de las neuronas de la zona cerebral afectada. La patogénesis o
causa de estas enfermedades todavía se desconoce y es poco probable que
el glutamato sea el responsable principal de dichas enfermedades, pero
puede ser que precipite su desarrollo, y, lo que sí aseguran muchos
estudios científicos, es que empeora la patología de estas enfermedades.
En
trastornos tales como la apoplejía, la hipertensión, las migrañas, la
epilepsia, las lesiones cerebrales y las convulsiones, las células
dañadas por la enfermedad liberan cantidades de glutamato que son
tóxicas para las neuronas. Unos niveles bajos de glucosa en la sangre
también pueden originar daños relacionados con un exceso extracelular de
glutamato (esta hipoglucemia puede ocurrir a menudo, por ejemplo,
cuando estamos enfermos o tomamos medicamentos; igualmente, hacer dieta o
practicar un ejercicio prolongado e intensivo pueden provocar un
descenso de los niveles de glucosa en la sangre). Por lo tanto, es
lógico suponer que un aporte exterior de excitotoxinas a través de la
dieta agrave la situación.
El cerebro tiene un sistema para filtrar
lo que necesita y lo que no (la barrera hemato-encefálica). Sin embargo
esta barrera no está concebida para eliminar las altas concentraciones
de excitotoxinas que se hallan en la dieta actual, y, por lo tanto puede
fallar. Es más, esta barrera no está del todo desarrollada en el
cerebro de los niños y, además, pierde efectividad con el paso de los
años. Hay que resaltar también que los daños que producen las
excitotoxinas al sistema nervioso son muy lentos, sin ningún síntoma
externo aparente. Las neuronas mueren lentamente y pueden pasar años,
incluso décadas, antes de que aparezcan síntomas clínicos de daños
neurológicos.
El glutamato en los aditivos y alimentos
Además
de los aditivos clasificados como potenciadores del sabor que contienen
glutamato en su estructura química (E620 - E625), y cuyas cantidades
permitidas están regidas por la legislación española, existen otros
ingredientes / aditivos que se agregan a los alimentos españoles y que
también contienen glutamato, a pesar de no estar clasificados por la
legislación como potenciadores del sabor. La lista que aparece en el
cuadro muestra una relación de algunos de los aditivos / ingredientes
permitidos que contienen o pueden contener glutamato procesado.
Todos
los productos animales y vegetales hidrolizados contienen glutamato
procesado; en este sentido, cabe señalar que los caseinatos de calcio y
de sodio se obtienen mediante la hidrolización de las proteínas lácteas.
Las cápsulas de algunos complejos vitamínicos contienen gelatina, un
producto altamente procesado obtenido a partir de subproductos de
proteína animal (huesos, piel, etc.); este tipo de gelatina siempre
contiene glutamato procesado. El extracto de levadura y la levadura
autolizada se obtienen de la levadura natural mediante un proceso
químico parecido al de la hidrolización y, por tanto, también contienen
glutamato procesado. Los aromas pueden contener GMS y/o PVH, hecho que
ha confirmado por escrito una conocida empresa de patatas fritas al
autor de este artículo.
El glutamato en sus diversas formas, así como
el aspartamo, están presentes en muchos productos habituales en los
supermercados: productos cárnicos, alimentos para lactantes, productos
dietéticos, productos deshidratados y enlatados, tentempiés, refrescos,
salsas, productos congelados, golosinas, etc.
El glutamato en la legislación
A
la luz de lo expuesto anteriormente sobre los efectos nefastos del
glutamato en la salud, es muy preocupante que se permita su utilización
tanto en España como en la CE. Supuestamente, la legislación protege al
consumidor del peligro de ingerir productos o compuestos tóxicos en la
alimentación. A pesar de que numerosos estudios han demostrado la
toxicidad del glutamato, en España se permiten hasta 10g/kg de E-621
(glutamato monosódico) solo o en combinación con E-620 y E-622 al E625,
en su función de aditivo alimentario general (salvo en alimentos para
lactantes y niños de corta edad), mientras que en los condimentos y
aderezos se permite la dosis máxima de quantum satis, es decir, un nivel
máximo no especificado. Recordemos que el sistema nervioso central sólo
requiere diminutas cantidades de glutamato. En este sentido, el Real
Decreto 145 / 1997, de 31 de enero ni siquiera considera como aditivos
alimentarios algunos de los productos incluidos en la tabla anterior
(por ejemplo, la gelatina comestible, los hidrolizados de proteínas y
sus sales, las proteínas lácteas y los caseinatos), sino como
ingredientes.
Es preocupante que estos “ingredientes”, sobre todo los
hidrolizados de proteínas de los cereales, se añadan a los alimentos
para lactantes y niños de corta de edad, sin que las cantidades máximas
estén claramente legisladas, lo cual es extremadamente imprudente a la
luz de los posibles efectos negativos para el sistema nervioso en
desarrollo.
Si tenemos en cuenta que podemos ingerir varios aditivos /
ingredientes que contienen excitotoxinas en un mismo alimento, o
combinados en una misma comida, resulta todavía más difícil de controlar
la cantidad de excitotoxinas que aporta la dieta diaria convencional.
Conclusión
El
glutamato y el aspartato son componentes esenciales del sistema
nervioso central para su funcionamiento normal, pero, en niveles
superiores a los normales, pueden tener un efecto devastador sobre el
sistema nervioso en cualquier etapa de la vida, desde el estado
embrionario hasta la vejez. Se trata de un equilibrio frágil que se
rompe con facilidad, debido a la predominancia de productos alimenticios
que contienen glutamato y aspartato procesados en la dieta
contemporánea. La inmensa mayoría de los estudios sobre el glutamato son
de origen estadounidense y, debe señalarse que una parte importante de
ellos han sido financiados por entidades con intereses en la industria
del glutamato. Lamentablemente, son precisamente estos últimos estudios
los que se valoran a la hora de redactar la legislación. La decisión de
eliminar las excitotoxinas de nuestra dieta está en nuestras manos. Para
ello, es de vital importancia el consumo de alimentos frescos, no
procesados, cuyo alto contenido en antioxidantes puede ayudar a
incrementar las defensas del organismo frente al desgaste provocado por
una alimentación desnaturalizada. Así y todo, sería conveniente que el
consumidor recibiese información fiable e imparcial sobre el glutamato y
el aspartamo, y que la legislación pertinente creara un marco legal
favorable a los intereses de la salud pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario